miércoles, 25 de junio de 2008

A VUESTROS CUERPOS DISPERSOS

Escrita por Philip José Farmer y ganadora del premigo Hugo en 1971, es una de esas novelas que siempre aparece recomendada en todas las listas que surgen sobre las mejores novelas de ciencia ficción, a pesar de ello, en cada ocasión en la que tuve la oportunidad de adquirirla entre libros de viejo desestimé su compra porque no me atraía en principio el resumen que se hacía de la misma, en el que se deja entrever que su argumento girará en torno a dos cuestiones no por trascendentales menos trilladas en la literatura cifi: ¿quienes somos? y ¿hacia donde nos dirigimos?:

Todos los que han vivido alguna vez en la Tierra resucitan en cuerpos sanos, jóvenes y fuertes, en un mundo desconocido surcado por un río. Alguien les provee de comida de forma milagrosa, pero no obtienen respuestas sobre el significado de esta extraña vida después de la muerte. Millones de personas de todas las épocas de la Historia y de todos los lugares de la Tierra deben empezar de nuevo. Será Richard Francis Burton quien se embarque en una increible aventura en la que, al igual que durante su vida en la Tierra trató de hallar las fuentes del Nilo, buscará los límites del nuevo mundo y de sus misteriosos benefactores navegando río arriba.


Sin embargo, una nueva edición por La Factoría de Ideas en su colección Solaris incluía en la portada un elogio literario, aunque en esta ocasión no de la prensa escrita, sino de la prensa cibernética. El elogio lo firma Francisco Javier Vidiella, un colaborador de la otrora popular y ya desaparecida Cyberdark.net:

Si la ciencia ficción es literatura de ideas, aquella en la que se basa "A nuestros cuerpos dispersos" merece sin duda estar entre las diez mejores que ha dado el género en toda su historia.

Ese simple apunte recordatorio de la vieja Cyberdark fue el que me llevó a adquirirlo, aunque si he de ser sincero, no esperaba que el autor resolviera las grandes cuestiones que planteaba ¿alguno lo hace?

La novela comienza con bastante fuerza y posibilidades. El planteamiento de cuerpos resucitados de distintas épocas, el otorgar una segunda oportunidad a todos cuantos han fallecido alguna vez sobre la faz de la Tierra, ofrece la posibilidad de ir explorando las vidas de innumerables personajes famosos y sus interrelaciones, sin embargo, el autor abandona rápidamente la nómina de personajes ilustres para centrarse casi exclusivamente en Richard Francis Burton y un grupo reducido en el que sorprende por lo políticamente incorrecto la importancia de Goering. A mi parecer se desaprovecha la oportunidad de ir incorporando personalidades del ámbito político: Napoleón, Julio César, Ho Chi Minh, Carlomagno...; religioso: Jesucristo, Mahoma, Budha...; artístico: Mozart, Velázquez, Cervantes, Shakespeare...; de los descubrimientos: Magallanes, Marco Polo, James Cook...; de la ciencia: Einstein, Newton, Aristóteles...; ... la nómina sería interminable, y las historias que se podrían contar, reinventando la historia misma con los anonimatos de los otrora famosos y por contra, el engrandecimiento de los anónimos de antes hubiese sido tremendamente adictiva.

Philip J. Farmer parece no tener en mente esas ideas no desviándose mucho con las posibles historias que pudiera pergeñar con tan considerable lista de posibles personajes, y rápidamente establece las bases de su historia por medio de los pensamientos del protagonista, en los que niega la religión como verdad absoluta:

Fue entonces cuando Burton estuvo seguro de que aquel día de la resurrección no era ninguno de los que habían profetizado cualquiera de las religiones. Burton no había creído en el Dios de los cristianos, musulmanes, hindúes o de ninguna fe. De hecho, no estaba muy seguro de creer en ningún Creador. Había creído en Richard Francis Burton y en unos pocos amigos. Estaba seguro de que, cuando muriese, el mundo dejaría de existir.


Para a continuación, burlarse ridiculizando la religión por medio de las reacciones de unos personajes anónimos que al cruzarse con el protagonista, extrañados por su desnudez y completa falta de pelo exclaman:

Una mujer pasó junto a ellos, murmurando una y otra vez, en alemán:
-¡Dios mío! ¿Qué he hecho para ofenderte?
Un hombre con ambos puños apretados y alzados a la altura de sus hombros gritaba en yiddish:
-¡Mi barba! ¡Mi barba!
Otro hombre estaba señalando sus genitales y diciendo en esloveno:
-¡Me han convertido en judío! ¡En judío! ¿Creen que...? ¡No, no puede ser!
Burton sonrió salvajemente y dijo:
-No se le ocurre que quizá lo hayan convertido en mahometano, o en aborigen australiano, o en antiguo egipcio, pues todos ellos practicaban la circuncisión.


Sin embargo, el pensamiento ateo, incluso el agnóstico es tremendamente duro. Es mucho más reconfortante y sencillo tener alguna creencia y poner un muro ante el que no poder seguir avanzando en esa línea de pensamiento suicida en la que no somos más que polvo de estrellas sin razón de continuidad. Por ello, unas pocas páginas más adelante, Farmer pone de nuevo en boca de Burton:

He sido agnóstico desde que tenía catorce años de edad, y morí como tal a la edad de noventa, aunque entonces estaba pensando en llamar a un sacerdote. Pero el niñito que se aterra ante la idea del Dios padre, el fuego del infierno y la condena eterna aún sigue aquí dentro, dentro del viejo, o del joven alzado de entre los muertos.


Ya tiene la excusa para iniciar la búsqueda, porque de no existir nada al final ¿qué sentido tiene preocuparse? ¿qué sentido tiene la vida?. El destino de la humanidad queda así establecido, mientras haya algún misterio que resolver, algún interrogante que plantear, nuestra existencia estará justificada, la vida cobrará sentido mientras exista una meta que alcanzar. A partir de ese momento, Burton decide construir un barco e iniciar la búsqueda de las fuentes del Río sobre el que se apelotonan las almas de cuantos han sido, no es sino la búsqueda de la verdad, de nuestros orígenes, la razón de nuestra existencia la que se esconde en las páginas de esta novela.

Lamentablemente la historia termina brúscamente, esta novela no es más que la primera parte, la introducción de una larga saga (5 novelas) que, me temo, me va a resultar tremendamente difícil conseguir (la última edición en castellano de su continuación es de 1983), y aunque parezca contradictorio, sorprendentemente satisfactorio a su vez porque ese empeño en reunir la saga completa en mi biblioteca va a convertirse en mi búsqueda particular, cual Parsifal buscando su Santo Grial entre, de nuevo, los polvos y las alergias de los libros perdidos en los anaqueles de las librerías de lance.

Continuará, espero....


30 de junio de 2008 - Conseguidos tres de cuatro, sigo buscando.




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